27 mar 2015

UN CUENTO MODERNO DEL QUIJOTE

Comparto con vosotros un cuento que a escrito mi sobrino Iván de 13 años basado en el Quijote pero ambientado  en la España de 1938 y en la Segunda Guerra Mundial.

Veréis que imaginación no le falta.

"En un lugar de la mancha de cuyo nombre no quiero acordarme vivía un campesino llamado Alfonso
Quijano, conocido nacionalmente como Don Quijote de la Mancha por sus grandes momentos
cómicos en la novela del mismo nombre escrito por el español don Miguel de Cervantes. Pero su
época de caballero ya ha pasado y hoy en día, en el año 1938, es un minero de la mina de Santa
Incalna, en el este de Castilla-la Mancha, a unos 48 km de Ciudad Real.

Estaba un día, más concretamente, el 16 de noviembre de 1938 en la mina hablando con un
compañero que tenía la cara negra por el carbón y tenía un chaleco que en un principio fue azul pero
que entonces era negro como al oscuridad por el hollín de allí dentro y derruida por los salientes de
las paredes. Estaban hablando sobre el rápido ascenso del NSDAP (partido nacionalsocialista obrero
alemán) y a lo poco que estaba Franco de gobernar España y, como todos suponían, apoyar al FÜhrer
con su ideología. Su compañero y fiel amigo Sancho Panza es ultraderechista mientras don Quijote es
de izquierdas y todos los días discuten entre si Franco debería alzarse con el poder o no, él estaba en
contra ya que eso nos metería en un lío y su políticas era acabar con los que sean de izquierdas y
todos aquellos que estuvieran en su contra, pero Sancho insistía en que lo único que quería hacer con
eso era hacer que España sea un bello y tranquilo lugar donde vivir. Así es como matan el tiempo
nuestros amigos en la sucia pero inmensa mina de Santa Incalna. Trabajan todos los días salvo los
domingos para ir a la iglesia, de 6 de la mañana a 4:30 de la tarde, teniendo una hora para el almuerzo
de entremedio.

Ese día, bueno, el día anterior don Quijote había ido a visitar a su amada y fermosísima Dulcinea al
Toboso, y ya que estaba allí y no tenía arte para la cocina, por lo que la pidió que le preparara un
bocadillo de pan de trigo con unas lonchas de jamón que consigue de los cerdos que pastan en el
monte de al lado de casa de Dulcinea. Ese día al acabar la jornada se dirigía hacia su casa cuando unos  chavalines de no llegan a la veintena de años que parecían ser de ultraderecha pataleaban y
maltrataban a otro que debería ser de izquierdas. Siguió caminando hasta su pequeña cabaña a las
afueras de la villa con la cabeza gacha, las manos en los bolsillos del chaleco de látex que heredó de su abuelo y el sombrero manchado de barro y agua calado hasta las cejas. En cuanto entró al hall se
dirigió a la cocina, se tomó un tazón de leche calentita y se tumbó en su cama de paja y, acto seguido,
se dispuso a leer una de sus mejores novelas de caballería “El caballero de León”.
Al día siguiente se levantó -como siempre- a las 04:30 de la mañana para poder desayunar e ir
tranquilo a la mina. Encendió la radio y a los pocos minutos un boletín informativo informaba de que
la batalla del Ebro había terminado con un saldo de 10.000  muertos, 34.000 heridos,  19.563
prisioneros y 100 aviones derribados en el ejército del Ebro; mientras que en el ejército de Norte hubo  6.500 fallecidos, 30.000 heridos, 5.000 soldados hechos prisioneros por el ejército del Ebro y 50  aviones derribados. Una auténtica tragedia sobre todo pensando que los que luchan entre sí son del  mismo país.

Un año después de que se hubiera terminado esa horrenda batalla del Ebro, Franco y los nacionales
habían ganado esa dura y trágica guerra entre hermanos de patria, además comenzó la segunda
guerra mundial y España se hizo neutral.
El 30 de noviembre de 1939 Don Quijote y Sancho estaban –como de costumbre- hablando en la mina,  cuando un hombre entró corriendo en su departamento diciendo que tenían el día libre. Cuando salió  de la mina se dirigió corriendo al Toboso.
Cuando llegó a el Toboso fue directo a casa de Dulcinea, pero no se encontraba allí, así que se dirigió a  la plaza del pueblo, y sí, estaba allí, delante de la estatua del valiente don Antonio sentado sobre su
caballo Rocinante, se acercó a ella, estaba llorando, le preguntó el porqué de sus sollozos y ella
contestó:
- Me temo que te han enviado a Lituania con las tropas azules- dijo Dulcinea con las manos
tapándose los ojos.
- - Eso no puede ser- contestó exaltado don Alfonso.
- - Y… ¿cuándo hay entrenamiento?-
- - ¿Entrenamiento? Me parece que no hay- asegura Dulcinea, tendrás que subir al tren de las
05:30 de mañana por la mañana con tu mochila ya preparada para ir al frente de combate.
Don Quijote se marchó a casa pensativo, aunque con la cabeza alta. Llegó a su pequeña
cabaña, cogió y guardó sus pertenencias más preciadas, entre las que se incluía una foto de
su amada y fermosísima Dulcinea.

Al día siguiente se levantó, desayunó y cogió su mochila, de la que nunca se separaría.
Cuando el tren salió de la estación de ferrocarriles, don Quijote estaba sentado en el tercer
vagón con un grupo de soldados, aunque conocía a la mayoría, muchos eran de pueblos
cercanos.

El viaje duró unas dos semanas. Cuando bajaron a la gran llanura de Europa oriental hacía
tanto frío que se te helaba la sangre. Bajaron en orden, cuando estaba a punto de bajar,
levantó la vista y distinguió entre la multitud a su gran amigo Sancho Panza, estaba allí, en la
segunda división acorazada, en la misma en la que había sido destinado don Alfonso. Es más,
deberían compartir la misma trinchera.

Al poco tiempo de entrar a la trinchera, a menos de un km de distancia del primer pueblo
fortificado con soldados, se oyeron caer y explotar obuses, así como el sonido de las minas al
explotar y los cuerpos mutilados que saltaban por los aires, eso era una ofensiva. Los lituanos
estaban intentando por todos los medios acabar con las fuerzas del ejército español.
Salieron rápidamente y con cara asustada.
- ¿Qué ha sido eso?- preguntó Sancho con tono preocupado.
- Me parece que esta va a ser la primera batalla que hagamos en esta dura guerra- contestó
igual de preocupado don Guinés de Pasamonte.
Salieron inmediatamente, en cuanto pusieron un pie fuera de su trinchera una lluvia de
obuses y disparos cayó sobre ellos. El camino que había entre sus trincheras y la línea fuera
del alcance de los lituanos estaba muy lejos, demasiado lejos, así como arriesgado, por lo que
no pudieron hacer otra cosa salvo devolver los disparos.
Don Quijote era teniente y Sancho el capitán, mientras que el ladrón del pueblo- que se alistó
voluntario- don Guinés de Pasamonte ya es el coronel. Don Quijote ordenó que avanzaran
mientras que los enemigos recargaban y ponerse a cubierto dentro de los cráteres formados
por la lluvia de metralla pesada.
Siguiendo esta táctica consiguieron entrar y expulsar a los aliados del pequeño pueblo de
Luitxous.

Todas las batallas eran iguales hasta que Alemania se rindió ante los aliados.
Un año después del final de tan terrorífica guerra don Quijote enfermó y falleció al lado de su
amada y fermosa Dulcinea y su fiel amigo Sancho Panza."

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