Os transcribo un artículo de O p i n i ó n de la revista Campo Vivo, escrito por Carles Soler y Gustavo Duch.
Nos conviene saber que se está cociendo en el mundo alimentario, nos jugamos mucho, entre otras cosas nuestra propia salud y la de nuestro planeta.
Esto tiene que cambiar y para ello hay que estar informados
PASTILLAS Y SUS AMOS
Contarlo era como relatar una película de ciencia ficción a un público infantil. –Llegará un día –decíamos abriendo bien los ojos- que los coches volarán por los cielos, y no habrán problemas de aparcamiento. Todas las casas, con forma de cohete tendrán su propio robot doméstico, que lavará, aspirará y planchará siempre atento a nuestros deseos. Y comeremos pastillas de colores con una satisfacción nutritiva perfectamente calculada. Las pastillas verdes será la dosis justa de verduras –y las niñas y niños oyentes ponían cara de asco-; las rojas serán los bistecs; las blancas los lácteos; y las azules serán salmones o sardinas, qué más da.
Pero parece que por esta vez, acertaremos en nuestras predicciones, al menos en el capítulo alimentario donde ya casi que casi podemos enumerar a una única empresa global mandataria de uno de los colores del cuento y hacedora de las pastillas en cuestión.
Fíjense, en el caso del grano: trigo, maíz, avena, soja, etc. – LAS PASTILLAS AMARILLAS- hay fuentes que hablan de tres multinacionales que controlan el 90% de su comercialización mundial, otras hablan de cuatro multinacionales con el control del 70%. Pero no hay dudas en asegurar quien es de estos mamuts el más poderoso: Cargill, que con una facturación superior a 107.000 millones de dólares (y unos beneficios de 2.690 millones, suficientes para garantizar la educación de todas las niñas y niños del mundo) alcanza casi la mitad del negocio de alimentar al mundo. Si una sola empresa tiene este control: compra, almacena (acapara) y vende grano por todo el mundo, cuando veamos los vaivenes en los precios de los alimentos, sabremos a quién señalar y entenderemos el porqué de las crisis alimentarias que dejan a millones de personas sin capacidad para comprar alimentos.
LAS PASTILLAS ROJAS, de carne, donde casi todo está bajo el control de una megagranja, Smithfield (Campofrio en España), de capital estadounidense pero presente en medio mundo; y en el otro también. Hamburguesaspreelaboradas, salchichas precocinadas y beneficios preestablecidos Aunque su especialización y receta más reconocida ha sido el ‘cerdo deslocalizado’. Sus granjas de cientos de miles de cerdos confinados son complicadas de manejar sanitaria y ecológicamente, y más sencillo resulta llevarlas a países terceros donde las condiciones exigidas suelen pasar desapercibidas, como en México, donde se inició el brote de la gripe porcina que derivó en Gripe A, contra las que las ilusionistas corporaciones farmacéuticas nos vendieron, por cierto, pastillas de color farsante.
El pastel de LAS PASTILLAS AZULES ya casi está del todo repartido. En España, gracias a muchas aportaciones públicas tenemos uno de los gigantes, el capitán Pescanova, con pocos reparos para hacerse con la pesca de ajenos y de nuestros descendientes. Un planeta con el mar vacio; y los mares rellenos de jaulas con la pesca engordada, troceada y lista para la exportación –del Sur al Norte-.
Y hablemos también de LAS PASTILLAS BLANCAS y de quién controla el volante en el monopolio de los productos lácteos. Como dice la canción, «se repite la historia, sólo cambia el actor». Lactalis actualmente es el líder europeo
en el sector lácteo y tiene gran afán en acaparar todo lo relacionado con el sector. Sin saberlo es casi seguro que estemos consumiendo sus productos (la lista es muy larga: President, Flor de Esgueva, El Ventero, PULEVA, Chufi, Nesquik, La Lechera o Helados Nestlé). Y lo grave de esto es que no tan sólo nos está limitando nuestra libertad de consumir otro tipo de productos lácteos sino que, además, es quien peor paga y trata a los ganaderos y ganaderas cosa que, como se sabe, conlleva a la desaparición de las y los más pequeños y con granjas más sostenibles. Sólo resisten los holding lecheros donde la leche no se considera un alimento sino un bien
para negociar, especular e invertir el capital.
El gran proveedor de productos para la agricultura es Monsanto, una multinacional norteamericana que se dedica sin escrúpulos a forrarse principalmente con la producción de herbicidas y de semillas genéticamente modificadas. Tan sólo en el año 2010 obtuvo unos beneficios de 795 millones de euros.
Sabemos de sus productos altamente tóxicos que están provocando auténticos desastres medioambientales y humanos (su agente naranja usado en la guerra de Vietnam como arma de destrucción masiva o su producto herbicida estrella Roundup, son un ejemplo).
No imaginamos su sed de poder, que disfrazan de buena voluntad con el mensaje de empresa comprometida en erradicar el hambre en el mundo.
Recientemente y para que no se le escape el control de ninguna PASTILLA VERDE ha comprado la empresa SEMINIS (líder mundial en el desarrollo, producción y comercialización de semillas de hortalizas híbridas en el mundo). Incluso se atreve a vestirse de defensor de la biodiversidad financiando (junto con Fundaciones como la Rockefeller, Bill Gates o Syngenta).
Este tridente Monsanto-Fundación Rockefeller-Fundación Melinda-Bill Gates, mira por donde, es el mismo que están promoviendo y financiando una nueva revolución verde en África (AGRA) donde machacones repiten que para erradicar el hambre es necesario producir más alimentos.
Y decíamos, ¿cómo nos llegan estas pastillas de colores a casa? De eso se encargan las grandes superficies como Carrefour, Alcampo, Eroski o Mercadota que, en los últimos años, se ha convertido en la empresa líder en supermercados en España y una de las más valoradas porque, según anuncian, compra directamente en origen.
Los volúmenes y costos que exige Mercadona obligan a modelos de producción insostenible. Como el caso de la conservera Jealsa (Rianxeira).
Vender robado es robar, es decir, otra manera de vulnerar la soberanía alimentaria de un pueblo: esquilmar sus recursos sin dejar beneficio alguno.
El hambre, la pobreza en el campo, la comida insana son resultados de este patrón neoliberal que en la alimentación es muy sencillo de desvelar.
Ya se cantaba en las trincheras durante la guerra civil, y está más vigente que nunca:
“ Qué culpa tiene el tomate que está colgado en la mata, si luego viene un hijo de puta y lo mete en una lata y lo manda pa Caracas»
Porque también es histórica la lucha por una justicia rural, que hoy se abandera con el paradigma de la Soberanía Alimentaria, aglutinando a millones de campesinas y campesinos que saben de carrerilla como acaba la tonada.
« Cuándo llegará el día en que la tortilla se vuelva, donde los pobres coman pan y los ricos mierda, mierda»
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